Textos Poéticos
No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.
Oscar Wilde (1854-1900)

AMOR
Te pienso como el río piensa al mar,
con hambre de encuentro y sabor a destino.
Cada palabra tuya es un fuego lento
que me habita el pecho sin pedir permiso.
Eres la marea que me desordena,
la raíz secreta de todos mis impulsos,
la voz que llega aún en el silencio
y nombra lo que nunca supe que buscaba.
Te pienso en la calma y en la tormenta,
cuando el mundo arde o se recoge en su latido.
Te pienso como se piensa lo sagrado:
con temblor, con fe, con la piel encendida.

NATURALEZA
El sol despierta en la cima del monte,
y el viento baila detrás del pinar,
las hojas susurran lo que el alma esconde,
secretos que el bosque no quiere olvidar.
Los ríos murmuran canciones antiguas,
que fluyen sin prisa, sin fin ni final,
y el cielo se tiñe de azules y espigas
mientras la alondra comienza a cantar.
La tierra respira su paz infinita,
y el musgo dibuja caminos sin par,
allí donde el tiempo jamás se marchita,
y el alma del mundo se deja escuchar.

SOLEDAD
La casa calla con todas sus puertas,
y en cada sombra duerme una ausencia.
No hay ruido, solo el eco del reloj
midiendo el peso de lo que falta.
Las paredes recuerdan lo que fue dicho
y también lo que nunca se llegó a decir.
Los objetos me miran desde su quietud,
cómplices del tiempo que no vuelve.
Hay una taza intacta sobre la mesa,
un libro abierto sin lector,
y el polvo se posa como un manto
sobre el olvido, sin hacer preguntas.
La soledad no grita, pero insiste,
como una brisa fría entre los huesos,
y uno aprende a vivir con ella,
como quien aprende a respirar bajo el agua.